Por Leonor María Asilis Elmudesi
Se acerca la Navidad, una celebración que conmemora el gran acontecimiento que dividió la historia: el antes y después de Jesucristo.
Dios que se hizo hombre; el creador que se hizo criatura.
Lo omnipotente se hizo frágil al encarnarse en un bebé, fruto de un vientre virginal de María, una jovencita pura e inmaculada que por su Si este milagro se materializó. A su lado, José el justo que les protegió.
Debemos contemplar estos misterios con el firme propósito de abrir nuestros corazones a Jesús, y recibirlo a Él, la pureza misma, aquélla que hizo cantar a los ángeles y anhelar la paz en el mundo.
En estos tiempos, más que nunca, debemos buscar y encontrar a Dios como lo hicieron aquellos perseverantes sabios de oriente. Ellos que avanzaban siguiendo la luz de lo alto (proveniente de la Estrella de Belén), nosotros que lo buscamos en nuestro interior siguiendo la luz del Espíritu Santo. Esta búsqueda, profunda nos permitirá conocerle más y, a su vez, nos capacitará para amarle, servirle y así ser una luz para el mundo entero, naciendo y renaciendo en nuestros corazones.
Por eso debemos animarnos a purificar nuestra alma para recibir a Jesús, aumentando la oración, la cual es fundamental para fortalecer nuestra relación con Dios. Dediquémosle dedicar tiempo diario para hablar con Él, expresarle nuestras preocupaciones y nuestras intenciones. La lectura de la Biblia o de Santos, personas como tú y como que se dejaron usar por Dios nos ayuda a comprender los caminos de Jesús. Sin embargo, limpiar nuestra alma con el arrepentimiento y nuestra conversión auxiliados por el sacramento de la reconciliación es vital en el proceso de purificación del alma recibiendo su gracia y misericordia.
Un espacio especial para la eucaristía. El encuentro con Jesús tangiblemente en su Cuerpo y en su Sangre es inexplicable. Misterio de nuestra fe que nos sublimiza, nos nutre, nos sana, nos hace uno con El.
Por último y no menos importante, cultivar una vida de servicio hacia los demás nos ayuda a purificar nuestra alma. Jesús nos enseñó a amar y servir a los demás como él lo hizo. Al poner en práctica el amor desinteresado y la ayuda hacia los demás, no solo nos acercamos más a Jesús, sino que le transparentamos y atraemos almas para El.
Gloria a Dios en las alturas y Paz en la tierra.
¡Felíz Navidad!
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