NAVIDAD: MÁS QUE LUCES Y FIESTAS

P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com

En navidad, la mayoría de las personas suelen adornar sus casas con luces, con el acostumbrado árbol navideño o colocando figuras de Santa Claus; muchos cambian la posición de sus muebles, compran nuevos artículos para el hogar; otros pintan sus casas para despedir el año y darle la bienvenida al que se avecina. En fin, este tiempo pone a las personas en movimiento, los impulsa a renovar todo lo que le rodea, los prepara para actualizarse socialmente.

Ahora bien, el comercio ayuda a las personas a preocuparse únicamente por las cosas exteriores de la navidad. Esta es la razón por la que dos o tres meses antes de su llegada, las tiendas, los supermercados, entre otros establecimientos, ofrecen ofertas, decoran sus pasillos, tratan de persuadir a sus clientes de que no pueden esperar el último mes del año para llevar la navidad al lugar, sino que deben ser los primeros en embellecer el ambiente personal con el espíritu navideño. Es decir, como en la actualidad el consumismo mueve mucho dinero, se crea toda una política materialista para presentar como válido y recomendable el actuar según el criterio de la mayoría; sin necesidad de entrar en juicio de valores éticos o morales.

Por eso, las personas se mueven en masa, sus decisiones personales son delegadas al colectivo. Y aunque el psiquiatra español Enrique Rojas, en su libro, “El hombre Light”, expresa que “no siempre la mayoría tiene la razón”, todavía se continúa teniéndose en la mentalidad de algunos que la verdad lo constituye lo cuantitativo, lo contabilizado. Todo se aprueba o se rechaza según el pensamiento general del pueblo. En otras palabras, se podría decir que las decisiones no son fruto de un debate crítico, sino que todo se justifica afirmando que “la libertad de cada uno tiene que ser respetada”, pero como no se tiene una conciencia recta de la libertad, muchos la malinterpretan sin medir las consecuencias de mis actos.     

Por eso, la navidad no es solo luces y fiestas, porque cualquiera puede hacer las cosas por imitación y no estar convencido de la razón que lo mueve hacer lo mismo cada año. Y de seguro resulta más fácil pintar una casa, que arreglar el interior de nuestra vida; encender luces artificiales en vez de iluminar el corazón con pensamientos y propuestas que ayuden a cambiar la dirección a nuestra vida. Tal vez es mejor optar por disfrutar un momento con los familiares y amigos –que no está mal hacerlo– que hacer un inventario de nuestra existencia para reorientar el sendero que anhelamos alcanzar.

La navidad es una época para establecer la alegría, no solo de formar exterior; esa que se pierde con las miradas de las gentes, sino aquella que permanece aún en la oscuridad, que se queda en nuestra piel. Navidad, por tanto, es el tiempo oportuno para contemplar a un niño nacido en pañales, y reconocerlo como la esperanza de la humanidad, el tesoro hecho carne y la misericordia de Dios reflejada en su bondad de Padre, convertida en felicidad para todos.

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