Virgen de la Altagracia: «En honor a ti»

Por Leonor María Asilis Elmudesi

Estamos en enero, primer mes del 2024, el tuyo en Dominicana. Y es que cada país te celebra con una advocación especial, nosotros lo hacemos con la más excelsa expresión: La Altagracia.  Es que no hay palabra que describa lo privilegiada que eres delante de Dios, al haberte escogido no sólo como hija predilecta, sino como su Madre.

Por más que le demos vueltas a las neuronas no hay forma de ajustarlas a que entiendan ese gran misterio.

Tú, la más humilde, la que a todo le dijiste Sí por tu gran amor. La que consciente en el lío en que te metías al aceptar el plan divino, no mediste consecuencias, le diste para allá como coloquialmente nos expresamos tus compatriotas. Sí, eres nuestra compatriota, porque te viste como nuestra bandera, perdón, rectifico, nuestra bandera se vistió de tus colores. Lo mejor de todo, en esta bella imagen no apareces sóla, vienes con la familia completa. Y, sobre todo, con tu actitud frente a Jesús: nos enseñas a adorarlo y contemplarlo, meditando en este gran misterio de la encarnación de Dios mismo en la pequeñez de un bebé. Y detrás, él, San José, el custodio, vigilante atento de un escenario inimaginable, solo en la mente ocurrente del Creador, del Dios omnipotente, medalaganario y sobretodo aleccionador, para que como El fuésemos humildes, obedientes y cercanos. 

¡Oh Sagrada Familia, que te dignas posar desde Quisqueya para el mundo!

Gracias infinitas que desde esta advocación se derraman desde esta bendita tierra, Belén de América.  

Gracias Madre querida por los milagros alcanzados por medio de tu intercesión.  A tí que me lees te invito a darte una vuelta por el Museo de la Basílica de Higüey donde podrás contemplar numerosos y valiosísimas prendas que ofrendaron como tributo a nuestra Tatica tantas almas agradecidas.

No menos impactante es ver la sala donde se encuentran los lienzos pintados que narran milagros acontecidos en el pasado. Sin embargo, soy testigo de que son aún más los que se quedan en el anonimato, al menos de los espacios mediáticos porque nuestra madre espiritual es mega eficiente en tramitar nuestros anhelos a su Hijo y convencerlo para actúe, aunque no sea su hora.  Para muestra un botón, recordemos lo que aconteció en las Bodas de Cana. Ella sólo indicó a Jesús lo que pasaba y El actuó.

Acción sencilla pero contundente. Ella es la omnipotente suplicante. 

A ti Madre querida, presentamos nuestras intenciones personales, familiares y nacionales y del mundo. Gracias por querernos tanto. Te amamos entrañablemente.

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