P. Luis Alberto De León AlcántaraEmail: albertodeleon_011@hotmail.com
Es curiosa la sociedad en la que vivimos, mientras que, por un lado, recuerda a los héroes, a los hombres y mujeres que entregaron sus vidas por la libertad y la dignidad de los demás, por el otro, con sus actitudes y sus acciones deshonestas, muchas veces se resigna a vivir sin hacer nada para cambiarle el rostro a este mundo violento, inseguro, y constantemente desinformado por los medios de comunicación. Donde la ignorancia y la comodidad personal, lentamente están conquistando la vida de los seres humanos. Están facilitando que la maldad se imponga ante el bien.
“Recordar es vivir”, dice la expresión popular. También lo repite la canción… Pero los recuerdos no son para crear seres alienados, individuos que repitan los mismos errores de siempre. Todo lo contrario, contamos con el ayer para hacernos más humanos en el presente, y para que nos ayude a construir un futuro mejor, porque el bienestar social no solo es un discurso cuando llegan las fechas importantes, como el natalicio de Duarte. Es más bien, un revivir los valores y el ejemplo de aquellos que derramaron su sangre por la libertad de un pueblo sufriente, y por la democratización de una nación, no solo para algunos, sino para todos.
Duarte no defendió a los ciudadanos simplemente para que se hiciese mención de su nombre en cada aniversario de su nacimiento ni cuando se celebrara la Independencia Nacional. Tampoco era populista. No buscaba aplausos. Para él la política era un arte, una de las mejores formas de crear armonía y paz entre las personas, ya que era partidario de que “Vivir sin patria, es lo mismo que vivir sin honor”. No entendía cómo podíamos vivir esclavos en nuestras propias tierras, siendo humillados y sometidos a múltiples castigos por militares y gobernadores extranjeros.
A pesar de la realidad que vive nuestro país, todavía continuamos honrando a Juan Pablo Duarte. Le reconocemos tanto sus méritos, que las palabras no alcanzan para ofrecerle nuestro respeto por defender y devolvernos la dignidad. De aquí que no es suficiente colocar banderas, elevar oraciones; plasmar pensamientos y frases en su honor. No basta incluir su nombre en una alocución en un acto patriótico, ni elevar sublimes ideas momentáneas para aprovechar la ocasión para presentarse defensor de sus ideales y de sus más profundos sentimientos por la humanidad, ya que Duarte es más que una ideología, es un sentir con el pueblo.
Hacen falta tantas cosas para encarnar el ejemplo intachable de Duarte. Nuestro país carece de un espíritu revolucionario que se haga escuchar cuando cualquier amenaza se aproxime y se quiera adueñar de la vida de las personas, utilizando como herramienta para lograrlo, el poder y el dinero. Por tal razón, tenemos que continuar mirando el corazón de Duarte, sentir su dolor, amar la identidad dominicana, y reconocer que nunca es tarde para defender nuestros derechos y deberes como ciudadanos, imitando a los Padres de nuestra patria. Juan Pablo Duarte lo hizo por todos nosotros.
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