P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com
Cuando se habla de felicidad, la gente comúnmente la asocia a dinero, diversión, viajes; comprar una casa, tener una pareja, etc. En fin, generalmente la enfocan a lo exterior, es decir, a cosas materiales, a la realización de tal o cual acción. En otras palabras, las personas piensan en felicidad, como adquirir bienes y servicios. La percibencomo aquel momentoque será capaz dellenar ciertas carencias o deseos personales. También es la que hará posible solucionar todos los problemas que agobian y atormentan a quienes la dibujan como un objeto o un amuleto esperado por muchos años.
Los nuevos tiempos han establecido una genuina visión sobre la felicidad. El viejo principio que enmarcaba a la felicidad en patrones morales, en directrices espirituales, como el cultivo de la vida interior, la búsqueda de la paz, el anhelo de tener a Dios como el centro del corazón, el autocontrol de no apegarse a nada de este mundo, entre otras recomendaciones, quedaron superados en el siglo XXI. Ahora la felicidad se “mide”, se “calcula”, y es “rentable”. Y para referirse a ella necesariamente hay que mencionar la palabra “comodidad”, pero no entendida como descanso, sino como el disfrute de caprichos y placeres pasajeros.
Hoy más que nunca se considera felicidad a toda acción que pueda causar la mayor satisfacción física posible. Esta es la lógica utilizada, a mayor sensación humana, mejor estado de felicidad encontrado. Esto quiere decir, que la potencialización de las emociones, los sentimientos y los instintos de cada persona es lo que define a un ser humano verdaderamente feliz. Esta última idea, justifica que en este mundo el rico sea ensalzado y el pobre sea despreciado. Es la razón por la cual se puede afirmar con propiedad que el dinero es el apellido de la “nueva felicidad” que promulga la generación presente.
Como se puede observar, este tipo de felicidad cuesta mucho. No todos los seres humanos pueden adquirirla. Está reservada única y exclusivamente para los que tengan suerte, los que pudieron heredar fortuna y para aquellos que usaron el engaño para hacerse millonarios. En otras palabras, hay un determinismo en la manera de presentar la felicidad. Aquí no es un derecho ni un deber, es un privilegio, un estilo de vida del cual gozan muy pocas personas en este planeta.
Sin embargo, la felicidad jamás puede estar sustentada en criterios efímeros, pues, el dinero se termina, los objetos se destruyen, las personas se mueren y todo se transforma. Esto quiere decir, que no existe una antigua ni mucho menos una nueva concepción de felicidad. Que solo existe la felicidad. Aquella que nace de Dios, esa que va más allá de la materialidad. Felicidad entonces, no es una cosa, es una actitud que se asume ante la propia vida y ante los demás. Es aprender a vivirla existencia con las dos manos. En palabras más sencillas, la felicidad es amarlo todo sin apegarse a nada.
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