P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com
Cada uno nace con una vida. Llegamos a un mundo desconocido para nosotros, al principio estamos llenos de ilusiones, proyectos y deseos. Nuestra vida se va llenando de fantasías porque todo lo comenzamos a ver perfecto. Primero entramos a la etapa del recién nacido, en la cual, dependemos de nuestros padres. Leche, atenciones, cuidados. Es el tiempo más frágil del ser humano. Luego aparece la niñez y la adolescencia, donde iniciamos a tropezar, y donde poco a poco, despertamos a la realidad en la que nos encontramos.
Nuestros padres, que en los primeros años fueron el paradigma a seguir, quedaron desplazados cuando descubrimos que también tenían errores, al igual que nosotros. Por eso, al encontrarnos en la juventud y más tarde con la adultez, nos percatamos que la vida dependía casi en su totalidad de nuestras decisiones. Por tal razón, era justo dejar el mundo imaginario creado en nuestra infancia. Pero sin antes reconocer, que fue nuestra base y fundamento existencial que hizo posible ir adquiriendo experiencia, sabiduría, y ser capaces de ver las cosas en su verdadero tamaño.
Entonces, cuando crecimientos, nos miramos en el espejo, observamos nuestras cicatrices, dolores, dudas y temores. Cuando esto aconteció, fue justo ahí, que nos dimos cuenta de las verdades en la vida, de lo que realmente tenemos y con lo que contamos. Una vida que nos presenta dos opciones: por un lado, sufrir, derramar lágrimas y vivir quejándonos de todo lo que nos sucede, y, por otro lado, podemos simplemente sonreír, para demostrarnos a nuestros mismos, que somos más fuerte que los obstáculos que nos salen al frente.
La vida ni es amarga ni dulce, el sabor lo elegimos nosotros. Llegamos a este mundo, siendo inodoros, incoloros e insípidos, que, al avanzar con los años, en el tiempo y gracias a las experiencias adquiridas, vamos poniéndole a lo que somos, nuestro propio olor, color y saber. Ya lo dice la expresión gastada: “Somos el artífice de nuestro propio destino”. Es decir, que, aunque los demás caminan con nosotros, apoyándonos en múltiples ocasiones, nadie puede tomar o manejar nuestro vehículo. El volante de la vida, solo lo puede tener una sola persona: tú. Por lo que, si mañana tenemos éxito o fracaso, será responsabilidad única y exclusivamente nuestra.
En definitiva, no hay fórmula mágica para vivir. Solo existe la dedicación y el empeño. De igual manera, tenemos que acudir a la evaluación o al inventario que cada cierto tiempo es necesario hacer para verificar la razón del porqué no obtuvimos lo esperado. Y pese a que hacemos varios stop a lo largo de nuestro existir, no es una derrota, más bien, es un despertar a la conciencia para que, si deseamos algo, no quedarnos con los brazos cruzados mientras llega, sino que debemos salir en su búsqueda, ya que no existe delivery que nos traiga la felicidad; hay que alcanzarla, valorarla y mostrarle a los demás, que, si se puede, pero con voluntad y esperanza firme
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