P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com

Todo en este mundo implica procesos, etapas, ciclos, etc. Esto está en todo, en los animales, plantas y en la naturaleza. Incluso, la misma palabra de Dios nos habla que al principio solamente existía el caos y que el Creador fue colocando cada cosa en sitio (cf. Gn 1). Nada ocurre de un tirón, ni muchos menos sucedió al azar la conformación de nuestro mundo, lo que tenemos no es fruto de una lámpara mágica, al contrario, es posible gracias a eventos que se fueron efectuando paso a paso, momentos a momentos.
Los procesos llevan al ser humano a la madurez, lo conducen a vivir en una constante purificación de sus pasiones, emociones y sentimientos, porque caminar implica tener la confianza y la mirada en el final, en un objetivo claro y preciso. No tiene sentido, no vale la pena desgastar todo nuestro ser sin tener un horizonte. Además, cuando una persona no tiene definido nada en su existencia, es fácil comprender que todo su quehacer cotidiano sea un laberinto, un callejón sin salida.
Hay que madurar, esforzarse por dejar el estado infantil en el que vivimos. Aprender a situarnos en cada circunstancia y momento histórico en que nos toca desarrollar lo que somos. Porque el tiempo no es para malgastarse, como suelen hacer muchas personas, que pretendiendo hacerse los indiferentes y los sabichosos, hacen del ocio y el entretenimiento un estilo de vida, una moda a imitar; cuando en realidad, el tiempo es para consumirse y aprovecharse, en cada segundo, minuto y hora que Dios nos permita que siga latiendo nuestro corazón y continúen dándonos oxígeno nuestros pulmones.
Es necesario madurar, pero sin forzar, sin acelerar las manecillas del reloj, sin pretender que todo deba ser corriendo, fruto de los caprichos humanos, ni tampoco partiendo de nuestras ingenuidades momentáneas. Ya lo dice el libro del Eclesiastés, que hay tiempo para reír y tiempo para llorar, tiempo para tirar piedra y tiempo para recogerla (cf. Eclesiastés 1, 2ss). En fin, hay que respetar los límites creados por Dios, ser consciente que el centro del universo es el Sol, no el ser humano, el cual se encuentra afanado, cansado, estresado y en una búsqueda constante de la felicidad.
Todo lo que se logra en la vida con paciencia y prudencia. Ya lo decía el político y dramaturgo español, Benito Pérez Galdós en una de sus expresiones muy conocidas: “Vísteme despacio que tengo prisa”. En otras palabras, tómate el tiempo para hacer las cosas bien, porque no venimos a este mundo para andar con prisa y en la prisa; llegamos ara avanzar, cambiar, corregir errores, pero esto debe hacer sin estar pendiente de quién nos persigue, creyendo que la vida es un cronometro fijo colocado en el pecho para ver quién logra todo exitosamente primero que los demás. No, así no, porque llegar por llegar no tiene sentido, madurar sí vale la pena y debe hacerse al ritmo de las estaciones del año, es decir, cuando nos toque el tiempo.
Otros temas del P. Luis Alberto
COMPROMISO Y MISION DEL CRISTIANISMO
SEÑOR, DANOS SIEMPRE DE TU PAN


Anote este número. 829 694 1948 y este correo-e: aire96fm@gmail.com y escríbanos para mantenerse informado de las novedades y actualizaciones de esta página ¿Le gustaría recibir nuestro boletín semanal por correo electrónico? Suscríbete entrando aquí. Queremos orar contigo, llena el siguiente formulario y estaremos orando por ti y tus necesidades. Dios es quien hace la obra, nosotros te acompañamos clamando por ti: AQUÍ.
- El Códico Penal y Eugenio María de Hostos: Filosofía, Moral, Derecho y Educación
- En el mes de la Biblia
- “ADMINISTRAR CON ASTUCIA”
- INTERCAMBIAR ESTRÉS POR EUSTRÉS
- Tanto han tenido que sufrir los venezolanos para tener sus primeros santos
Escuche aquí el Evangelio para HOY

Adviento Alberto Amor Asilis Cuaresma Domingo Domingo Vásquez Espera Esperanza Evangelio Familia Francisco Gomera Homilía Iglesia Jesús José Jubileo Leonor León Lucas Luis Luis Alberto Manuel María Muerte Mundo Navidad Obispo Oración Ozoria Pablo Papa Papa Francisco Pascua Paz Pedro Rafael Resurrección Roma Santiago Vaticano Vida Wilkin Ángel