Por Leonor María Asilis Elmudesi

Seguimos avanzando en septiembre, un mes especial para reflexionar sobre la importancia de la Palabra de Dios. Aunque este mes está especialmente dedicado a honrarla, es oportuno recordar que la Palabra de Dios trasciende el tiempo y las estaciones, pues es eterna y nunca pasa de moda. La Palabra de Dios no solo fue relevante en el pasado, sino que sigue y seguirá siendo actual, y viva en cada momento de nuestra existencia.
Hoy quiero dedicar estas líneas a meditar en torno a la grandeza de la Palabra de Dios, porque ella es fuente de vida, esperanza y guía para nosotros. La Biblia nos revela quién es nuestro Dios, su carácter, sus promesas, su amor incondicional y su plan perfecto para la humanidad, para ti y para mí. Es a través de su lectura y meditación que podemos profundizar en nuestro conocimiento de Él y fortalecer nuestra fe.
Definitivamente, la Palabra de Dios es un faro de luz en medio de las tempestades de nuestras vidas, nos ofrece consuelo en la aflicción, dirección en momentos de duda y fuerza para seguir adelante.
La razón es porque la Biblia no es solo un libro antiguo, sino la Palabra viva de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, que tiene el poder de transformarnos. A través de sus enseñanzas, aprendemos a confiar en el Señor y a vivir según sus principios, que son fuente de paz y plenitud.

Su importancia en nuestra vida de fe es incalculable, ya que alimenta nuestro espíritu y fortalece nuestra relación con Dios. La lectura de la Biblia nos permite recordar las promesas divinas, conocer más a Jesús, y comprender cuál es nuestro propósito en este mundo. Además, la Palabra de Dios nos ayuda a discernir lo correcto de lo incorrecto, algo tan importante en este difícil tiempo que nos ha tocado vivir, y así a tomar decisiones sabias y a mantenernos firmes en medio de las adversidades.
Lo más importante para acercarnos a la Biblia es que debemos orar antes de leerla: Pedir la presencia y guía del Espíritu Santo para poder entenderla y aplicar lo que nos dice en nuestra vida.
Pidamos al Señor que amemos su Palabra y la hagamos vida para poder así amarle más a El y glorificarle.
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