Por Leonor María Asilis Elmudesi

En la vida eclesial dominicana, el Encuentro Nacional de Pastoral (ENP) constituye un espacio importante para reflexionar sobre la misión en base de la unidad y renovación espiritual. Organizado anualmente por la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) a través del Instituto Nacional de Pastoral (INP), este evento representa no solo una tradición de más de cuatro décadas, sino un compromiso vivo con la misión evangelizadora de la Iglesia Católica.
En su 43ª edición, recién celebrada en estos dias, el ENP nos muestra que la Iglesia, como Pueblo de Dios, está llamada a ser sal y luz en una sociedad marcada por desafíos como la indiferencia y el individualismo.
Para comprender mejor estos encuentros veremos en estas líneas el origen, propósito y relevancia del Encuentro Nacional de Pastoral, destacando su rol en la formación de una Iglesia misionera, y comprometida con la justicia social, que nos invita a reflexionar sobre el bautismo como fuente de santidad y caminar comunitario.
El origen del ENP se remonta a alrededor de 1983, cuando la Iglesia dominicana, inspirada en las orientaciones del Concilio Vaticano II y las conferencias episcopales latinoamericanas como Medellín y Puebla, buscó un espacio para responder a las necesidades pastorales del país. En aquellos años, la República Dominicana enfrentaba transformaciones sociales y económicas que demandaban una pastoral más inculturada y cercana al pueblo.

En ese tiempo el Encuentro Nacional de Pastoral surgió como una respuesta profética, alineada con el mandato evangélico de «id y haced discípulos a todos los pueblos» (Mt 28,19).
A lo largo de sus 43 años de existencia continua, este encuentro ha evolucionado de una simple reunión a una plataforma dinámica para la coordinación nacional de la pastoral.
Veamos una panorámica de esta trayectoria. En 2017, la 35ª edición se centró en la evaluación del plan pastoral diocesano, permitiendo a las diócesis medir el impacto de sus acciones en la formación de comunidades vivas. Cinco años después, en 2022, la 40ª edición enfatizó la fraternidad entre obispos, sacerdotes y laicos, recordando que la Iglesia es una comunión de carismas donde cada miembro, por el bautismo, participa en la triple misión de Cristo: profética, litúrgica y real. La edición de 2023, la 41ª, reunió a agentes de pastoral de las entonces 12 diócesis del país para abordar desafíos contemporáneos, como la secularización y la crisis social, promoviendo una pastoral que integrase la fe con la vida cotidiana. Incluso durante la pandemia, el ENP mantuvo su periodicidad, adaptándose a formatos virtuales o híbridos, lo que demuestra la resiliencia de la Iglesia en tiempos de adversidad. Esta continuidad refleja el compromiso de la Conferencia Episcopal Dominicana con una Iglesia en salida, que insta a una pastoral misionera que no se encierre en estructuras rígidas, sino que se abra al Espíritu Santo.

Desde una perspectiva catequética, el ENP enseña que la historia de la Iglesia no es un mero relato cronológico, sino un testimonio vivo del actuar de Dios en el pueblo. Cada edición invita a los participantes a discernir los signos de los tiempos, tal como lo propone el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2427), que enfatiza la responsabilidad de los cristianos en la transformación social. Así, el ENP no solo evalúa logros pasados, sino que proyecta un futuro donde la fe se encarne en obras de misericordia, fomentando una espiritualidad que une oración y acción.
El propósito central del Encuentro Nacional de Pastoral radica en revisar las acciones pastorales del año en curso y planificar las del siguiente, todo ello basado en el Plan Nacional de Pastoral (PNP). Este plan, elaborado por la Conferencia Episcopal Dominicana, sirve como hoja de ruta para una Iglesia unida en su diversidad diocesana. El encuentro fomenta la unidad eclesial, la formación continua de agentes pastorales y la respuesta a retos sociales como la apatía espiritual, el individualismo exacerbado y la necesidad de promover la paz y la justicia. Temas recurrentes, como la inculturación del Evangelio y la Sinodalidad vista como el caminar juntos en la misión subrayan que la pastoral es una vocación compartida por todos los bautizados.
La estructura típica de cada encuentro pastoral nacional anual dura dos días, y está diseñada para integrar oración, reflexión y compromiso misionero. Comienza con una Misa de apertura, como la Eucaristía Jubilar en la Catedral Primada de América recién celebrada el pasado 10 de octubre, y sigue con sesiones de trabajo con obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos, donde se comparten experiencias y se delinean estrategias. El cierre culmina con un envío misionero por parte de los obispos, enviando a los agentes pastorales a sus comunidades con el mandato de ser testigos del Reino.

Estos importantes encuentros refuerzan que la Iglesia es una familia que camina en santidad, experimentando en el bautismo la fuerza para superar divisiones y construir puentes de solidaridad.
La 43ª edición del ENP, recién celebrada los días 10 y 11 de octubre de 2025 en la Casa Arquidiocesana María de la Altagracia en Santo Domingo, adquiere un significado especial al coincidir con el Año Jubilar de la Iglesia.
Bajo el lema “Un pueblo que vive la santidad y experimenta en el bautismo la fuerza de su caminar”, este encuentro no solo evalúa el presente, sino que proyecta un futuro de renovación.
Inició con una solemne Eucaristía presidida por Mons. Francisco Ozoria Acosta, Arzobispo de Santo Domingo, quien exhortó a la oración por la unidad y una fe activa en servicio comunitario.
La participación de obispos de todas las diócesis resaltó la comunión episcopal.
Durante la misa de apertura, Mons. Santiago Rodríguez, Obispo de San Pedro de Macorís y presidente del Instituto Nacional de Pastoral subrayó la urgencia de una Iglesia misionera, fraterna y humana, donde reine la justicia y la paz. Su llamado a dejar la indiferencia y el individualismo invita a una conversión pastoral que priorice el acompañamiento a los necesitados. Por su parte, el Padre Francisco Jiménez, director del INP, presentó logros jubilares como el lanzamiento de la Biblia Jubilar —un instrumento para profundizar en la Palabra de Dios—, diplomados para agentes pastorales y peregrinaciones a Roma, que fortalecen la identidad católica dominicana.

Este evento reúne a centenares de agentes pastorales, evaluando el camino recorrido y proyectando acciones para una sociedad más justa. En el contexto jubilar, el ENP enseña que el jubileo no es solo celebración, sino oportunidad para la reconciliación y la misericordia, como lo describe el Catecismo (n. 1471-1479). Los obispos dominicanos, en su mensaje colectivo, llaman a fortalecer una Iglesia cercana al pueblo, comprometida con el bien común y orientada a la evangelización. Este llamado resuena con la doctrina social de la Iglesia, que ve en la pastoral un medio para promover la dignidad humana y combatir desigualdades.
Las pastorales de la Iglesia dominicana, organizadas en comisiones episcopales para el período 2023-2026, son el brazo operativo del ENP. La Comisión Episcopal de Formación y Espiritualidad abarca presbíteros, diáconos, laicos, vocaciones y grupos como Unidos por La Altagracia, fomentando una espiritualidad integral. La Comisión de Palabra y Liturgia incluye catequesis, doctrina de la fe, liturgia y pastoral bíblica, asegurando que la Palabra sea proclamada con fidelidad. La Comisión de Familia atiende a niños, jóvenes, vida y adultos mayores, protegiendo el núcleo familiar como iglesia doméstica.

La Comisión de Pastoral Social, con Cáritas, Justicia y Paz, salud, ecología y penitenciaria, encarna la opción preferencial por los pobres. La Comisión de Educación promueve la formación integral en escuelas y universidades católicas. La Comisión de Movilidad Humana, la Comisión de las Comunicaciones entre otras muestran la diversidad de carismas en la Iglesia (1 Cor 12), donde cada una contribuye al bien común.
En un mundo fragmentado, este encuentro invita a vivir el bautismo como fuerza transformadora, construyendo una Iglesia que, en palabras de San Pablo, sea «cuerpo de Cristo» (1 Cor 12,27). Su legado no es solo organizativo, sino espiritual: un llamado perenne a la santidad comunitaria, donde la fe se hace obra y la esperanza se siembra en cada corazón dominicano.
Que este jubileo inspire a todos los fieles a caminar juntos, respondiendo al amor de Dios con generosidad misionera.
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