Por Leonor María Asilis Elmudesi

Octubre es el mes dedicado al rosario, y dedicamos estas líneas de hoy a dar a conocer sus grandes bondades.
Recordemos que la fiesta de Nuestra Señora del Rosario se celebra el 7 de octubre, y ese gran regalo que nos trajo la Madre cobra valor al usarlo unidos en oración con Ella.
Es oportuno resaltar de nuestra Madre María su gran humildad y sencillez, su ejemplo de vida y su silenciosa presencia, pero sobre todo su gran amor hacia nosotros, sus hijos, y su intenso deseo de que estemos muy unidos a Jesús. De hecho, de eso se trata el rosario.
Ella nos ha regalado el Rosario para que meditemos con Ella los misterios y las virtudes de la vida, muerte, pasión y gloria de su Hijo Jesús, a la vez que pedimos su intercesión.
Dice San Luis María que no es posible expresar cuánto estima la Virgen el Rosario sobre todas las demás devociones, y cuán magnánima es al recompensar a quienes trabajan para predicarlo, establecerlo y cultivarlo, y cuán terrible, por el contrario, es con aquellos que quieren oponerse a él.
La Santísima Virgen reveló al Beato Alano de la Roche que después de la Misa, que es la primera y más viva memoria de la pasión de Jesucristo, no había devoción más excelente y meritoria que el Rosario, que nos trae excelentes recompensas:
Los pecadores obtienen el perdón. Las almas sedientas se sacian.
Los que están atados ven sus lazos deshechos.
Los que lloran, encuentran alegría. Los que son tentados, la tranquilidad. Los pobres son socorridos. Los religiosos son reformados. Los ignorantes, instruidos. Los vivos triunfan de la vanidad. Los muertos son aliviados por medio de sufragios. Nos enseña que no es la duración, sino el fervor de nuestras oraciones lo que agrada a Dios y le gana el corazón. Una sola Ave María bien dicha tiene más mérito que ciento cincuenta mal dichas.
Nos advierte de algunas personas de oración como las que hay en el mundo, que no conocen por experiencia la excelencia del Rosario, no solamente no lo aconsejarán a nadie, sino que disuadirán de ello a los demás, para aplicarlos a la contemplación, como si el Rosario y la contemplación fuesen incompatibles y como si tantos santos que fueron devotos no hubieran llegado a la más sublime contemplación.
No hablemos más del Rosario, y hagámoslo con amor y devoción, roguemosle por nuestra salvación, por la Paz del mundo y en nuestros corazones, por nuestro país y familias, que la Madre nos espera con múltiples bendiciones!
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