Le dijo el Papa León XIV al nuevo nuncio en Irak
Por Mateo González Alonso. Fuente: Vidanuevadigital.com

El papa León XIV ha vuelto a la basílica de San Pedro en la tarde de este 30º Domingo del Tiempo Ordinario para una nueva celebración de la eucaristía, en este caso con la ordenación episcopal del sacerdote polaco Mirosław Stanisław Wachowski, que ha sido nombrado nuncio apostólico en Irak y que ha sido nombrado arzobispo titular de Villamagna di Proconsolare, una diócesis histórica vacante desde la creación como cardenal del Legionario de Cristo español Fernando Vérgez Alzaga.
Wachowski era hasta el pasado mes de septiembre el subsecretario para las Relaciones con los Estados. Nacido en 1970, esta canonista lleva en el Servicio Diplomático de la Santa Sede desde el 1 de julio de 2004 y ha pasado por las nunciaturas de Senegal y Polonia, así como las representaciones en la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y en la Oficina de las Naciones Unidas y las Instituciones Especializadas en Viena.
La gloria de Dios
En su homilía, León XIV presentó el lema del nuevo obispo, ‘Gloria Deo Pax Hominibus’, como “el programa de una vida: buscar siempre que la gloria de Dios resplandezca en la paz entre los hombres”, ya que este es “el sentido profundo de toda vocación cristiana, y en modo particular de la episcopal: hacer visible, con la propia vida, la alabanza de Dios y su deseo de reconciliar al mundo consigo mismo”.
Así, comentando la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18,9-14) destacó cuál es “la primera lección para todo obispo: la humildad. No la humildad de las palabras, sino la que habita en el corazón de quien sabe que es siervo, no amo; pastor, no dueño del rebaño”. Como es la “humilde oración” de los fieles orientales que “no se apaga, y hoy la Iglesia universal se une a ese coro de confianza que atraviesa las nubes y toca el corazón de Dios”.
Destacando las raíces campesinas del nuncio, destacó que “del contacto con la tierra has aprendido que la fecundidad nace de la espera y la fidelidad: dos palabras que también definen el ministerio episcopal. El obispo está llamado a sembrar con paciencia, a cultivar con respeto, a esperar con esperanza. Es custodio, no propietario; hombre de oración, no de posesión. El Señor te confía una misión para que la cuides con la misma dedicación con la que el agricultor cuida el campo: cada día, con constancia, con fe”, apuntó el Papa.
Brotes de esperanza
Para León XIV, su nueva misión es una oportunidad para “ser padre, pastor y testigo de la esperanza en una tierra marcada por el dolor y el deseo de renacer. Estás llamado a librar la buena batalla de la fe, no contra los demás, sino contra la tentación de cansarte, de cerrarte, de medir los resultados, contando con la fidelidad que es tu rasgo distintivo: la fidelidad de quien no se busca a sí mismo, sino que sirve con profesionalidad, con respeto, con una competencia que ilumina y no ostenta”. Para el Papa, “el nuncio apostólico no es un diplomático cualquiera: es el rostro de una Iglesia que acompaña, consuela y tiende puentes. Su tarea no es defender intereses particulares, sino servir a la comunión”.
Y más en Irak que es “un mosaico de ritos y culturas, de historia y fe, que pide ser acogido y custodiado en la caridad”. Por ello, le envió “a custodiar los brotes de la esperanza, a fomentar la convivencia pacífica, a mostrar que la diplomacia de la Santa Sede nace del Evangelio y se alimenta de la oración”. Por ello le pidió ser “siempre un hombre de comunión y silencio, de escucha y diálogo. Lleva en tu palabra la mansedumbre que edifica y en tu mirada la paz que consuela. En Irak, el pueblo te reconocerá no por lo que digas, sino por cómo ames”.

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