Por Victoria Cardiel. Fuente: Aciprensa.com

El Papa pide a las instituciones educativas católicas —que comprenden más de 231.000 centros en 171 países y atienden a 72 millones de estudiantes— evitar la “tecnofobia” y “garantizar el acceso a los más pobres”.
“Allí donde el acceso a la educación sigue siendo un privilegio, la Iglesia debe abrir puertas e inventar caminos, porque ‘perder a los pobres’ equivale a perder la escuela misma”, escribe León XIV en la carta apostólica Trazando nuevos mapas de esperanza, publicada en italiano.
En este nuevo documento pontificio, publicado en el marco del 60º aniversario de la Declaración conciliar Gravissimum educationis, León XIV subraya la necesidad de garantizar el acceso a los más pobres en las instituciones de educación católicas con la promoción de “becas y políticas inclusivas” que apoyen a las “familias frágiles”.
“La gratuidad evangélica no es retórica: es estilo de relación, método y objetivo”, asegura el Papa que también amplía su mirada a la educación superior donde, según dice, “la mirada inclusiva y el cuidado del corazón salvan de la estandarización”.
En el texto de nueve páginas, León XIV describe los retos que enfrentan las instituciones educativas. Entre ellos, “la hiper-digitalización” que puede “fragmentar la atención”; la crisis de las relaciones que “puede dañar la psique” y la inseguridad social y las desigualdades pueden “apagar el deseo”.
Advierte que la educación católica no debe convertirse en un “refugio nostálgico”, sino un “laboratorio de discernimiento, innovación pedagógica y testimonio profético”.
La educación no avanza con la polémica, sino con la mansedumbre
El Papa exhorta a las comunidades educativas a un cambio de actitud: “Desarmen las palabras, eleven la mirada, custodien el corazón. Desarmen las palabras, porque la educación no avanza con la polémica, sino con la mansedumbre que escucha”.
En la carta apostólica que firmó ayer, antes de la misa que iniciaba el Jubileo de la Educación, también insta a custodiar el corazón porque “la relación viene antes de la opinión” y “la persona antes del programa”.
Además, señala que la pedagogía católica se opone a un enfoque «netamente mercantilista» que obliga a medir el valor de la educación sólo en función de la utilidad práctica.
Evitar la «tecnofobia»
Asimismo, León XIV subraya la importancia de enfrentar los desafíos tecnológicos en la educación sin caer en la “tecnofobia” y aprovechando las herramientas digitales con responsabilidad. Por ello, insta a fortalecer la formación de los docentes en el ámbito digital y a promover el “service-learning”.
“Nuestra actitud frente a la tecnología nunca puede ser hostil”, afirma el Pontífice.
En todo caso, recuerda que “ningún algoritmo podrá sustituir lo que hace humana a la educación: la poesía, la ironía, el amor, el arte, la imaginación, la alegría del descubrimiento e incluso la educación frente al error como oportunidad de crecimiento”.
“Menos cátedras” y sin “jerarquías inútiles”
El documento incluye la visión del Papa sobre lo que deben ser las universidades católicas, a las que encomienda un papel decisivo en la construcción de una cultura al servicio del bien común. Según el Pontífice, estas instituciones deben ofrecer “diaconía de la cultura, menos cátedras y más mesas donde sentarse juntos”, fomentando espacios de diálogo donde no existan “jerarquías inútiles”.
En estos espacios, estudiantes y docentes deben “tocar las heridas de la historia y buscar, en el Espíritu, sapiencias que nazcan de la vida de los pueblos”, integrando el conocimiento académico con la experiencia real y espiritual de las comunidades.
Ampliación del Pacto Educativo Global
El documento también actualiza y profundiza la visión educativa del Pacto Educativo Global, la iniciativa promovida por el Papa Francisco en 2020 para formar a las nuevas generaciones en la fraternidad, la justicia social y el cuidado del planeta.
El Pacto Educativo Global contaba originalmente con siete caminos fundamentales: “poner a la persona en el centro; escuchar a niños y jóvenes; promover la dignidad y la plena participación de las mujeres; reconocer a la familia como primera educadora; abrirse a la acogida y a la inclusión; renovar la economía y la política al servicio del ser humano; custodiar la casa común”, que siguen siendo la base de la propuesta educativa del Pontífice.
“Los jóvenes piden profundidad”
Sin embargo, a estos siete caminos, León XIV añade ahora tres nuevos ejes: vida interior, digital humano y educación para la paz. Sobre el primero, el Pontífice señala que “los jóvenes piden profundidad; se necesitan espacios de silencio, discernimiento, diálogo con la conciencia y con Dios”.
El Papa define el segundo camino sobre la dimensión tecnológica como “digital humano”. Así pide formar “para el uso sabio de las tecnologías y de la IA”, pero poniendo “a la persona antes que al algoritmo”. El tercer camino apunta a la educación para la paz: “Educamos en lenguajes no violentos, reconciliación, puentes y no muros”, enfatiza el Pontífice.
León XIV advierte que “los cambios rápidos y profundos exponen a niños, adolescentes y jóvenes a fragilidades inéditas”.
“No basta conservar: es necesario relanzar. Pido a todas las realidades educativas que inauguren una etapa que hable al corazón de las nuevas generaciones, recomponiendo conocimiento y sentido, competencia y responsabilidad, fe y vida”, escribe.
La educación católica “no puede callar”
León XIV subrayó la urgente necesidad de que la educación católica adopte una perspectiva que integre justicia social y justicia ambiental. “Olvidar nuestra común humanidad ha generado fracturas y violencias; y cuando la tierra sufre, los pobres sufren más”, asegura.
Frente a esto la educación católica “no puede callar”: “Debe unir justicia social y justicia ambiental, promover sobriedad y estilos de vida sostenibles, formar conciencias capaces de elegir no solo lo conveniente sino lo justo”.
El Pontífice asegura que la “responsabilidad ecológica no se agota en datos técnicos”. Por lo que pide una educación que “involucre la mente, el corazón y las manos; nuevos hábitos, estilos comunitarios, prácticas virtuosas”. Además, también aboga por una “educación para la paz desarmada y desarmante” que enseñe a “deponer las armas de la palabra agresiva” y de la mirada que “juzga”, para aprender el lenguaje de la “misericordia” y de la “justicia reconciliada”.
“Ante los millones de niños en el mundo que aún no tienen acceso a la educación primaria, ¿cómo podemos dejar de actuar? Ante las dramáticas situaciones de emergencia educativa causadas por las guerras, la migración, las desigualdades y las diversas formas de pobreza, ¿cómo podemos no sentir la urgencia de renovar nuestro compromiso?”, se pregunta el Pontífice.
El Papa reivindica la herencia de la educación católica como “historia del Espíritu en acción”, al tiempo que recuerda que “los carismas educativos no son fórmulas rígidas: son respuestas originales a las necesidades de cada época”. Finalmente, pone en valor el legado sobre la educación que han dejado, entre otros, San José de Calasanz, San Juan Bautista de La Salle, San Marcelino Champagnat, San Juan Bosco, Katharine Drexel, Elizabeth Ann Seton o Maria Montessori.

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