P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com

En el mes de octubre, la Iglesia Católica lo dedica a la misión y a la oración del santo rosario. Los patrones de la misión son el sacerdote jesuita, san Francisco Javier y santa Teresa del Niño Jesús. Ambos amaron a la Iglesia en cuerpo y alma; el primero evangelizó en muchos lugares, y la segunda, aunque nunca salió del convento, oraba incansablemente por la misión y los misioneros.
Hay que tener presente que los misioneros son aquellos hombres y mujeres, consagrados y laicos comprometidos, que reconociendo la necesidad del anuncio del evangelio, se dejan guiar por el Espíritu Santo y van adonde Dios les llama. Son seres humanos que buscan compartir con los demás el amor inmenso que han recibido de su Creador. Son personas de carne y hueso, que aunque viven las mismas realidades en la que estamos envueltos todos, confían plenamente en la fortaleza de Dios. Por eso, no tienen miedo y ponen su corazón en el corazón de Aquel que los envía a la misión.
En este mes también, se promueve la oración del santo Rosario, que es una oración cristológica, que tiene a María como aquella que intercede por los pecadores. La palabra rosario de viene de rosa, lo que significa que cada cuenta es una rosa para María que se convierte en intercesión por cada cristiano. Algunas personas suelen rezar el rosario diario, otros prefieren hacerlo en momentos claves: delante del Santísimo, en tiempos fuertes de la Iglesia o simplemente cuando encuentran la ocasión oportuna. Pero lo importante no es la cantidad sino el sentido con que se rece esta humilde oración. Además, el rosario ocupa un lugar central en la vida del cristiano porque María siempre nos lleva a Jesús.
Sin embargo, no olvidemos que la oración y la misión son una brújula para llegar a Dios. Es decir, se convierten en el camino idóneo para tener la ruta perfecta para alcanzar la santidad. Rezar y misionar es mantener el corazón y el alma despierto. Lo que quiere decir esto en definitiva, es que la oración debe llevarnos a la misión, y la misión es fruto de la oración. De aquí que no hay misionero sin oración y no hay oración que no nos lleva a proclamar la buena noticia de Dios.
En concreto, la Iglesia es misionera por naturaleza. Existe por y para evangelizar. Hoy más que nunca el mundo necesita el mensaje de la buena noticia de Jesús. Tiene sed de palabras divinas y consuelo espiritual. De aquí que, entonces, hay que llevar a todos los rincones posibles la Palabra de Dios, enseñarles a los seres humanos que se encuentran alejados de lo espiritual, que no es suficiente el conocimiento humano, el avance de la tecnología ni muchos menos el central la vida únicamente en la inteligencia artificial, que se hace necesario mirar la alegría y el testimonio de aquellos hombres y mujeres que vivieron llenos de Dios y salieron anunciar su palabra…
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