P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com
En el mes de noviembre, la Iglesia hace una parada para reflexionar en torno a la familia. Vuelve a fijar la mirada en la institución más antigua y sagrada de este mundo, porque sabemos que sin familia no hay sociedad. Incluso, la han llamado la célula de la sociedad. Su valor es tan sublime que para la mayoría de los seres humanos, es su primer ambiente, donde damos nuestros primeros pasos, aprendemos hablar y recibimos el código moral y ético. Esto significa, que la familia es parte fundamental de la identidad de cada persona humana.
Sin embargo, hoy más que ayer, la familia está pasando por un proceso y una etapa de evolución acelerada. Ya el concepto familia tradicional, se ve amenazado, desfigurado y hasta excluido del debate público. Se ha ido sustituyendo por los valores individuales, por los derechos sexuales y una cultura financiera que todo lo mide según el nivel de producción económica que se pueda sacar. La idea de familia como cuna de amor, espacio del cultivo de los valores religiosos y rincón de sabiduría, poco a poco ha quedado reducido un simple lugar para dormir y refugiarse en ocasiones.
Ahora bien, no es que la familia en sí perdiera su importancia, su esencia, ni mucho menos su lugar en el mapa existencial y espiritual de las personas. Lo que sucede es que nos encontramos en una sociedad que busca centrar sus fuerzas y energías en otras cosas para debilitar la única institución que hace posible la existencia de la humanidad. Para muchos poderes políticos y económicos, la familia es una barrera, un estorbo, un problema y mal para el desarrollo de sus planes presentes y futuros. De aquí, que tiene lógica reconocer que mientras más dividida esté la familia, más beneficios obtendrán algunos grupos elitistas en el mundo.
La familia se está quedando con pocos defensores. Por eso, hoy es moda y sistema cultural defender el aborto, la ideología de género, el empoderamiento exagerado de la mujer y un sinnúmero de revoluciones sociales que afecta directamente con la unidad y la estructura firme de la familia. Pues, algunos siguen creyendo que detrás de todas estas defensas mencionadas, solo hay el derecho de la libertad, la dignidad y un avance en la democracia, cuando en realidad sabemos que lo que existe es la manipulación mundial para llevar al ser humano a una desconfiguración humana y espiritual.
En definitiva, la revolución familiar no debe ser dirigida para afuera, sino hacia adentro. Debe ser un cambio que reconozca la esencia de la convivencia sanguínea, el valor insuperable de los momentos de calidad con papá y mamá. Necesitamos, además, tocar fondo sobre la realidad pasajera y crear conciencia sobre lo que permanece en el tiempo. Es decir, todo se va, pero la familia dura más y es la que generalmente está en los momentos puntales del ser humano, porque los conocidos y amigos no están obligados a quedarse, pero la familia lo hace por el vínculo biológico establecido.
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