XII Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo B
Domingo, 23 de junio del 2024
- Primera lectura: Job 38,1.8-11: Aquí se romperá la arrogancia de tus olas.
- Salmo Responsorial: 106: Apaciguó la tormenta en suave brisa.
- Segunda lectura: II Cor 5,14-17: Lo antiguo quedó superado; todo es nuevo ahora.
- Evangelio: Mc 4,35-40: ¿Quién será este, que hasta el viento y el lago le obedecen?
Color: VERDE
Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana
Estamos celebrando el Domingo XII del Tiempo Ordinario, es necesario dar gracias, cada vez que damos gracias a Dios nos hacemos grandes. Quiero profundizar en el lema de este año que dice: “Con Jesús en comunión y oración, transformemos la nación” Les invito a que vivamos la comunión, es el mejor testimonio que podemos ofrecer como comunidad cristiana. La oración es la fuerza que posibilita la comunión entre nosotros los hermanos, para transformar así el mundo en el que vivimos.
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla.” voy a utilizar un enfoque que me gusta mucho y es haciendo referencia a la palabra atardecer, esta palabra puede ser usada en un doble sentido primero nos podemos referirnos al atardecer como parte final del día o presentar el atardecer como un estado para significar que nuestra vida ya va en decaída.
“Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban.” Dejar la gente, me llega a la mente el pasaje que dice que había tanta gente que no lo dejaban ni siquiera comer. En la vida pastoral pasa igual hay veces que es necesario dejar la gente y tomar distancia para poder llenarnos de Dios en el silencio, cargar las pilas para poder responder a las exigencias del día a día en el trabajo evangelizador.
Es bueno recordar que aquel que solo da y no recibe corre el peligro de secarse como se seca un rio por falta de bosque que alimente su afluente. “Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón.” La vida del cristiano no deja de tener sus pruebas, cuando creemos que apartarnos de la gente es necesario para lograr la tranquilidad del espíritu y ser más útiles en el servicio nos llegan los vientos contrarios, que se manifiestan en un fuerte huracán, y las olas de la vida amenazan con romper la barca y llenarla de agua.
Si los huracanes y las olas de la vida nos golpean fuete, hasta el punto de sentir que nos hundimos, es necesario despertar a Jesús en nosotros a ese Jesús que muchas veces tenemos dormido, ya que solo así podremos hacerles frente a las dificultades que nos afectan y que si dejamos que cojan fuerza nos hundimos en la desesperanza y en el sinsentido de la vida.
Lo despertaron, diciéndole: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: “¡Silencio, cállate!” El viento cesó y vino una gran calma. En la vida es necesario ponernos de pie, el que se queda sentado todo el tiempo no logra ni consigue nada, el mundo es para los que somos capaces de ponernos de pie y con autoridad conquistar aquellas cosas que nos van a garantizar un bienestar integral, logrando vencer el ruido interior y exterior para alcanzar la calma que sana.
Él les dijo: “¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?” Se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Pero ¿quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!” Jesús saca a flote dos términos que son enemigos de todo proceso cristiano, el primero que enfatiza es la cobardía presente en sus amigos, nadie que ha encarnado la cobardía en su vida ha podido escribir buena historia, la historia la viven y la escriben los valientes y decididos, el segundo término que enfatiza Jesús es la poca fe o falta de fe de sus discípulos, este era el motivo por el cual ellos se estaban hundiendo en la duda de su propia vida. Jesús era valiente y cargado de fe, por eso tanto el viento como las aguas le obedecen y esto es motivo de asombro para sus amigos los discípulos.
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