Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana
Continuamos en este II Domingo de Cuaresma este proceso hermoso de reflexionar cada fin de semana y tener el privilegio de profundizar la palabra de Dios, en este momento cumbre para toda nuestra Iglesia universal, en este ambiente marcado por el colorido que nos traen los peregrinos de la esperanza, con la apertura del Jubileo que la Madre Iglesia nos regala en este año 2025.
Por su parte en el Evangelio encontramos que: “En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.”
En este pasaje a inicio sale el elemento importante de la oración como una necesidad vital de todo ser humano para avanzar, es necesario que lo tengamos bien presente en este tiempo especial de cuaresma, en el Evangelio se nos dice con mucha propiedad que mientras Jesús oraba con sus amigos en la montaña el aspecto de su rostro cambio, es lo mismo que pasa con nosotros cuando nos sumergimos en la oración, se produce un cambio y una transformación significativa para nuestro bien.
“De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.” Es bueno hacernos conscientes que la conversación sincera y de calidad entre nosotros los cristianos no puede ser una utopía o un sueño por alcanzar, especialmente en este tiempo que está muy de moda entre nosotros hablar de una Iglesia sinodal. Esta invitación es a recorrer un mismo camino en donde nos reconozcamos primero como hermanos.
“Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.” Al igual que Pedro y sus compañeros también nosotros estamos invitados por Dios a ver grandes maravillas y a contemplar su gloria, descubriéndole a él como luz y salvación.
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: “Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Yo como cristiano estoy invitado al igual que Pedro y sus compañeros a descubrir cuál es el lugar que debo ocupar, ya que quien está donde debe estar suma en todo el sentido de la palabra, qué mejor que estar donde Dios nos ha puesto y aprender a construir una tienda que cobije los más puros sentimientos de hermandad, bondad caridad, dialogo, compartir, perdón y entrega sin condiciones.
No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: “Éste es mi Hijo, el escogido, escúchenle.” Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto. En este tiempo tan convulsionado y sometido a grandes pruebas, se hace necesario escuchar la voz de Dios, aquella voz que no se confunde con la voz del mundo y que se traduce sin más en realización plena y alegría verdadera.
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