Hoy queremos compartirles una palabra, un aliento y una luz sobre algo que muchas veces vemos como lejano, casi como un misterio de Roma… pero que en realidad tiene mucho que decirnos a cada uno de nosotros: el Cónclave.
¿Qué es un cónclave?
Es el momento en que la Iglesia, como cuerpo vivo y guiado por el Espíritu, se encierra en oración y discernimiento para elegir al sucesor de Pedro, al Papa. No es una elección política. No es un juego de influencias. Es una acción profunda de fe, en la que los cardenales –hombres limitados, sí, como todos nosotros– se ponen bajo el soplo del Espíritu Santo para escuchar lo que Dios quiere para su Iglesia.
Y aquí viene lo que quiero que grabes en tu corazón:
el cónclave no es sólo para ellos… ¡también es para ti!
Tú también tienes un cónclave personal.
Sí, cada vez que la vida te pone ante una decisión importante. Cada vez que tienes que elegir entre el miedo y la fe. Entre el orgullo y la humildad. Entre lo que conviene y lo que edifica.
Tú también tienes que cerrar las puertas del ruido, del juicio, del “qué dirán”, y entrar en ese cuarto secreto del alma donde habita el Espíritu.
El cónclave nos enseña tres cosas:
1. Escuchar al Espíritu Santo.
No se elige al Papa por popularidad, sino por obediencia. Y así también tú, no puedes elegir tu camino solo con emociones o cálculos. Necesitas silencio. Necesitas oración. Necesitas dejar que Dios te hable.
2. Unidad en la diversidad.
En el cónclave entran hombres de todos los continentes, con distintas ideas, culturas y carismas. Pero salen con un solo nombre, una sola voz: el nuevo Papa. Así también nosotros: en medio de nuestras diferencias, Dios nos llama a una unidad que no borra la diversidad, sino que la armoniza.
3. Esperanza.
Cada vez que sale humo blanco, el mundo entero levanta la mirada. El pueblo de Dios espera con alegría. ¿Y tú? ¿Estás esperando que el Espíritu haga algo nuevo en tu vida? Porque, aunque no veas el humo, aunque no suenen las campanas de San Pedro… si tú eliges con Dios, también hay fiesta en el cielo.
Querido hermano: haz de tu vida un cónclave. Cierra la puerta a lo superficial. Escucha. Discierne. Y elige a Jesús.
Él es el verdadero Pastor. Él es el que nunca falla. Él es el que guía la barca, incluso cuando parece que se hunde.
Y un día, no lo dudes, también tú oirás ese anuncio que cambia el corazón:
“Habemus Papam… Habemus Vida Nueva.”
Y será Cristo quien reine en ti.
Nota: Desconozco quién lo escribió
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