Por P. Robert A. Brisman P.

En la madrugada temprana del pasado martes 8, la sociedad dominicana se levantó con la lamentable y trágica noticia del derrumbe que sucedió en la discoteca Jet Set. Digo que muchos, – y quizá la mayoría de los dominicanos -, nos enteramos ya al amanecer de esta noticia puesto que, en el momento en que sucedió el hecho, pues estábamos descansando en nuestros hogares.
Una vez más nuestra sociedad experimenta una tragedia que, a diferencia de otras que se han sucedido, pues esta ha sido de connotaciones extraordinarias por el hecho de cómo sucedió y las pérdidas de vidas humanas que ocasionó, así también como el número de heridos, tanto leves como de gravedad.
Lo que quiero hacer en este escrito es expresar una opinión y que sea lo más objetiva posible, sin pretender jamás mostrarme como un experto en estos desastres porque, de hecho, no lo soy ni tengo la preparación profesional para hacerlo. Lo hago como un ciudadano más que, ante este hecho lamentable, no puede dejar de cuestionarse en algunas cosas que tienen que ver con el manejo o accionar de los diferentes actores e instituciones públicas y privadas, buscando siempre la postura más objetiva e imparcial que pueda asumir.
Lo primero que hay que tener en cuanta es el lugar y ambiente del hecho. Sucedió en lo que se conoce como el lugar de esparcimiento más emblemático del país en las últimas décadas. La discoteca donde se reúnen, sobre todo, la crema y nata de la sociedad dominicana del jet set, a disfrutar de un ambiente totalmente de diversión, acompañado de música en vivo de grupos artísticos y bebidas alcohólicas. Esta discoteca también se le ha llamado o calificado como “marca país”. Una discoteca que convoca a personalidades de diferentes niveles sociales y del extranjero.
Pues la tragedia llegó a este nivel alto de la sociedad dominicana. No ocurrió en ningún barrio ni sector de clase baja, sino en este nivel de la alta sociedad. Es un lugar y espacio para una clase social específica, donde se dan cita personalidades del arte, la política, el deporte, la cultura, el empresariado, etc. Y otras personas que también pueden darse, si cabe el término, ese gusto de asistir a este lugar de diversión.
Como ha de ser, los medios y las redes sociales se han saturado de información y al mismo tiempo de desinformación. En momentos se ha llevado o tenido en vilo no solo a las familias de los afectados, sino también a la misma sociedad por los fallos y errores en cuanto a la rápida y confiable cantidad de información sobre la tragedia. Ya sabemos que el techo de la discoteca de desplomó completamente cayendo sobre la mayoría de los asistentes al show artístico que en su interior se realizaba. Algunos pudieron salir a tiempo, pero la mayoría quedó bajo los escombros sin saber, antes de que los organismos de rescate se presentaran, quiénes estaban con vida y quiénes habrían muerto.
Pues se puso mano a la obra. Llegaron los diferentes organismos de recate y sus autoridades, así como los diferentes medios de comunicación. Los habitantes cercanos, curiosos y familiares de los involucrados, también se apersonaron para enterarse de la situación de los suyos. Comienzan los trabajos de rescate y al mismo tiempo el flujo de informaciones.
Quiero resaltar que, lamentablemente nuestras autoridades no cuentan con un sistema eficiente que coordine las instituciones de socorro. Se nota un desorden. No figura claramente quién es la cabeza o el jefe en estos hechos. Llegan muchos y quieren mandar. No hay control fuerte del acceso de personas que no tienen nada que ver ni buscar en esos trabajos. A la autoridad le falta más temple en hacer cumplir las normas para el público en estos hechos. Todos quieren ayudar. Pero esto no es lo correcto y menos cuando no se coordinan para ello. Los comunicadores se meten a espacios que no deben y se enfrentan a la autoridad porque les impiden realizar su trabajo y esto se vuelve un caos. No se establece una cabeza visible a la cual se recurra para tener las informaciones precisas de los que va sucediendo. Todo el mundo opina, señala, dirige, afirma, etc., y esto lo que hace es llevar al desorden y la incertidumbre.
¿Esta tragedia se pudo evitar? ¡Pues claro que sí! Pero lamentablemente, por buscar sólo el interés económico a menos o baja inversión, pues no se hicieron al local los arreglos e intervenciones estructurales cuando se debía hacer. Eso no fue fortuito ni casualidad. Fue descuido, irresponsabilidad e inconsciencia de parte de los propietarios de la discoteca. Pero también esto retrata una vez más la incompetencia e irresponsabilidad de las autoridades por no supervisar como debe la idoneidad y adecuación de estos espacios públicos y multitudinarios. Nuestra sociedad dominicana no tiene una cultura real y consciente de prevención ante desastres. No es que estamos en cero. Pero no estamos como deberíamos estar en el nivel de una sociedad que tiene una estructura física y social de una gran metrópoli.
No ha faltado el tema de ver esta tragedia desde la perspectiva religiosa. Es decir, mucha gente se ha preguntado el por qué Dios permitió que sucediera esta tragedia. No es raro que este cuestionamiento se haga presente cuando ocurren hechos de esta naturaleza. ¿Por qué cuando ocurre una desgracia, la tendencia es a cuestionar a Dios? ¿Y Por qué cuando ocurre algo bueno, se dice que es fruto de la suerte? ¿Por qué no se menciona a Dios en eso bueno que ha sucedido? El ser humano muere. Todos morimos a esta vida, a este mundo. Lo que ha impactado en esta ocasión es la forma y el momento en que la muerte sorprendió a estas personas y a la sociedad. Y es que hay un sentir en el interior de mucha gente: que, frente a las calamidades y tragedias que suceden ante nosotros, es como una bofetada para nuestra fe que nos lleva a preguntamos cómo es posible que un Dios amoroso y providente pueda o permita semejantes desgracias y tragedias en la vida de sus hijos, sin intervenir ni brindar ayuda. ¿Dios estaba en la discoteca? ¿No estaba? Si estaba ¿en qué parte de la discoteca estaba sentado o parado? ¿Fue Dios el constructor de la discoteca? ¿Es Dios el dueño? ¿Dios es el que tiene que supervisar el local para dar su aprobación para realizar actividades recreativas y de diversión? ¿Fue voluntad de Dios que ocurriera esta tragedia? Pues claro que nada de esto.
Otro aspecto que hay que mencionar es la disculpa y perdón que han presentado a las víctimas, las familias de las victimas y la sociedad, los dueños de la discoteca. Muy bien. Pero hay que tener en cuenta que, pedir perdón y disculpas no exenta de la responsabilidad civil que tienen. De hecho, como dijo el Papa san Juan Pablo II en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1997, que cito in extenso: “Un presupuesto esencial del perdón y de la reconciliación es la justicia, que tiene su fundamento último en la ley de Dios y en su designio de amor y de misericordia sobre la humanidad. Entendida así, la justicia no se limita a establecer lo que es recto entre las partes en conflicto, sino que tiende sobre todo a restablecer las relaciones auténticas con Dios, consigo mismo y con los demás. Por tanto, no hay contradicción alguna entre perdón y justicia. En efecto, el perdón no elimina ni disminuye la exigencia de la reparación, que es propia de la justicia, sino que trata de reintegrar tanto a las personas y los grupos en la sociedad, como a los Estados en la comunidad de las naciones. Ningún castigo debe ofender la dignidad inalienable de quien ha obrado el mal. La puerta hacia el arrepentimiento y la rehabilitación debe quedar siempre abiererta”.
- Es decir, no es justo pedir la cabeza de los responsables del local. No se trata de pedir su sangre. Se trata de pedir y exigir que se aplique la verdadera justicia, sin miramientos ni privilegios. Hay un daño que se ha provocado y tiene que ser resarcido, aunque sabemos que por más que se haga, las vidas humanas perdidas en la tragedia no se recuperarán jamás.
En este tema religioso muchos han dicho u opinado que, esto es culpa o tuvo que ver con el tema de la influencia de la brujería que nos viene dada por el vecino país de Haití. Pero también desde allá, hemos escuchado el que muchos se han alegrado de esta tragedia sucedida en nuestra sociedad ya que lo atribuyen como un cobro del destino por la política migratoria que ha querido aplicar las autoridades dominicanas contra la migración masiva ilegal haitiana. No creo para nada que esta tragedia tenga que ver o tenga como origen, dichas causas.
Tenemos que seguir pidiendo a Dios que nos dé la fortaleza, la paz y el consuelo a todos. De manera especial a las familias que han vivido la experiencia amarga y desoladora de la muerte sus seres queridos. De esta tragedia nos sabremos levantar como sociedad y como creyentes en el amor y la misericordia de Dios. Que Dios se apiade de los que ha llamado a su presencia con el perdón de sus pecados y les otorgue el premio de la vida eterna. Y a nosotros que nos siga dando la fortaleza para seguir adelante. Que nuestras autoridades hagan y busquen hacer justicia deslindando responsabilidades. Que no pongan en el archivo del olvido esta tragedia, como lo han hecho con otros casos parecidos. Que cumplan con su deber de supervisar las edificaciones sin caer en la corrupción. Que las personas e instituciones de la sociedad asuman con conciencia su responsabilidad. Que Dios nos bendiga y que nuestra Madre de la Altagracia nos acompañe en nuestro caminar como país.



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