Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana
Hoy tenemos todos la dicha de dar inicio al Triduo Pascual con la celebración de la misa de Jueves Santo, Cena Pascual, Institución de la Eucaristía, el Ministerio Sacerdotal, el Mandamiento del Amor y el Lavatorio de los pies, es todo un paquete como fruto y regalo del amor manifestado y entregado por Jesús a su Iglesia y a la humanidad.
Empezando por la primera lectura del libro del éxodo, Dios se revela a Moisés y Aarón y le anuncia maravillas al expresar a viva voz que, para su pueblo y para nosotros este mes será el principal de los meses; será para ustedes el primer mes del año. No debe ser sorpresa para nosotros por el hecho de ser el momento de la entrega amorosa y generosa de Jesús.
Se realiza aquí y ahora una invitación y un llamado muy puntual a que se reúna la asamblea y en familia compartan la comida, un gesto de cercanía y hermandad, en este tiempo puntual en donde hay tanta necesidad de amor.
No podemos olvidar que nuestro pueblo pasó y sigue pasando por un momento muy doloroso, pero recordemos que la esperanza que no defrauda de la que nos habla el Papa Francisco en este año del Jubileo ha de sostenernos y mantener el fuego del Espíritu Santo vivo y encendido en nosotros.
En la cena se recomienda que sea un animal sin defecto, para Dios lo mejor, la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y se lo comerán a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Estos elementos denotan una cierta preparación, es Pascua, el paso del Señor, el que pasa salvando a los suyos y castigando a los que le son infieles.
En la Segunda Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios, se nos recuerda el acontecimiento cumbre de nuestra fe, al decirnos que Jesús en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes.” Lo mismo hizo con el cáliz, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; hagan esto cada vez que beban, en memoria mía.” Por eso, cada vez que coman de este pan y beban del cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva.
El Evangelio según San Juan, Jesús como siempre entra en acción, ya él sabía que el momento de la entrega dolorosa estaba cerca, antes ya había amado a los suyo hasta el extremo, por su parte Judas en su cabeza y en su corazón ya había decidido entregarlo.
Sería bueno pensar y a la vez pedir perdón por las veces que yo como Judas lo vendo y lo entrego por simples monedadas sin valor, haciéndome uno más del montón de una sociedad vana y podrida de arriba hasta abajo.
“Jesús como siempre toma la iniciativa y se levanta de la mesa, se quita el manto y echa mano a una toalla luego derrama agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla.” También yo estoy llamado levantarme, a quitarme el manto del orgullo y del odio, convirtiéndome en esa agua pura que limpia y quita toda impureza.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?” Jesús le replicó: “Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.” Pedro le dijo: “No me lavarás los pies jamás.” Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.” Simón Pedro le dijo: “Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.”
Si no soy Judas aquel que lo entrega y lo vende, puedo ser Pedro, aquel que como el Hijo Prodigo se negaba a entrar en la dinámica de salvación y pongo resistencia al lavado que Dios quiere realizar en mí, es necesario escuchar al Maestro quien me dice: “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.”
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