“FRANCISCO EL GRANDE”

Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana

En Francisco la Iglesia universal recibió como regalo al primer Papa latinoamericano, específicamente proveniente de Argentina. Sin dudas significó una luz para toda la Iglesia y la humanidad, su sencillez, humildad y cercanía en el trato cautivó a muchos corazones y fue motivo de innumerables conversiones y testimonio de vida cristiana.

Un ser humano extraordinario que aprendió a poner el oído en el corazón del hermano pobre, necesitado y caído. Con una sensibilidad grande por el dolor y el sufrimiento del otro, con un respeto y amor por la naturaleza, en donde llegó a llamar la tierra la casa común en donde todo tenemos derecho a vivir, pero con respeto y con el debido cuidado, ya que la tierra que pisamos es lugar sagrado.

Un defensor y admirador del ser humano, defendiendo su dignidad, la parte humana y divina que hay en él. Con un marcado respeto y amor por los niños y los ancianos en donde los primeros los reconocía como la fuerza de la humanidad y los segundos como aquellos que eran depositarios de la fe de las buenas costumbres y valores cristianos.

Por alguna razón eligió el nombre de Francisco, manifestando su sencillez y demostrando al igual que San Juan Bautista que yo disminuya y que él crezca. Con un sentido pastoral real y bien aterrizado llamando a sus colaboradores que sean verdaderos pastores con olor a ovejas. Al igual que su Maestro supo levantar a la mujer y al caído al borde del camino poniendo en el centro de su corazón el Evangelio y proclamando la dignidad del ser humano.

Un verdadero apóstol de la esperanza y la alegría cristiana, motivándonos a que viviéramos la vida a plenitud, si por alguna razón sufríamos alguna caída con valentía a levantarnos y seguir creyendo en aquel que nos ha llamados. Siempre con su mirada en el cielo, pero los pies puestos en suelo, capaz de romper protocolos para curar corazones rotos y heridos. prefirió una Iglesia en salida y en misión, una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle que una Iglesia enferma por encerrarse en si misma.

Francisco fue un pastor de carácter y decisión firme, dispuesto a escuchar y a ser escuchado, aquel que con palabras dulces nos decía vive sin complejos, sonríe, usa tus ropas nuevas, ponte el mejor perfume, tomate un buen vino y comparte con los tuyos, Dios es el Dios de la alegría no trates de encerrarlo y limitarlo, él es inmenso.

Hoy se nos fue su cuerpo, pero su espíritu y sus frutos han quedado con nosotros, nos toca seguir cosechando y propagando su legado imborrable para que sigamos creciendo como Iglesia y continuemos perfumando con nuestras obras el caminar cotidiano de todos los cristianos.

Que hoy segundo domingo de pascua en el que celebramos la Fiesta de la Divina Misericordia, Dios en su infinito amor haya tenido misericordia grande para Francisco el grande por aprender a ser el más pequeño. 

“EL ORO O LA PAZ”

“JESÚS MAESTRO”

“VIA-CRUCIS, CAMINO A LA CRUZ”

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