SEMANA SANTA Y UN MUNDO ROTO

P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com

El desencanto invade la vida de mucha gente. Algunos pierden el horizonte y ya no muestran deseo de vivir. La angustia, la soledad, el miedo, el estrés, y el hecho de no tener claro del por qué y el para qué estamos en este mundo, provoca que las personas se le haga difícil brindarle una sonrisa a los demás, ser positivo, abrir un espacio para creer en la esperanza y aprender a confiar en Dios por encima de cualquier situación humana.

En este contexto existencial, nos volvemos a encontrar con Dios, a entrar en la Semana Santa. Nueva vez nos encontramos con Jesús, el Hijo de Dios. Donde el hombre tiene la oportunidad de contemplara ese que siendo rico, se hizo pobre; que sin tener pecado, se hizo pecado por la humanidad. Es precisamente en la Semana Santa cuando el rostro ensangrentado de Jesús nos devuelve la esperanza. Nos levanta de nuestras oscuridades, seca las lágrimas de nuestros ojos, y renacemos a una nueva vida, porque comprendemos que a pesar de nuestras limitaciones, errores y equivocaciones humanas, Dios aún confía en nosotros.

En esta ocasión, celebraremos la Semana Santa en un mundo roto. En una sociedad que lentamente se va olvidando de Dios. En una nación que cuestiona el valor de lo divino para el ser humano. En otras palabras, estamos en un siglo que quiere medir a Dios según criterios humanos, que pretende cambiar las reglas del juego para obtener ventaja por todos los lados. Pero hay que ser realista,existen cosas que no se pueden modificar porque tienen sus propias leyes naturales. Es decir, que no dependen de la voluntad del hombre para su permanencia, sino que es el mismo individuo que deben someterse a ellas.

Vivimos en un mundo roto, pero justo ahí vuelve la historia a recordarnos que el amor de Cristo no pasa de moda. Que Dios no se muda, ni mucho menos se cansa de esperar con los brazos abiertos a sus hijos que siempre reconocen sus pecados. Porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que el hombre viva, y pueda gozar de los dones y carismas que ha depositado en su corazón.

Por eso, aprovechemos esta Semana Santa para sanar los corazones heridos, darle amor y consuelo a todos aquellos que están al borde de la amargura. Vivamos este tiempo como el nacimiento espiritual que nos ayudará a tomar fuerza para seguir luchando por algo mejor. Entremos confiados en que la luz de Jesús nos dará las respuestas oportunas a todas las preguntas que nos hacemos día a día. Dejemos que las espinas del maestro y su sacrificio en la cruz, nos hagan contemplar el amor infinitivo que ha tenido Dios con sus criaturas. Seamos pacientes y no dejemos nunca de esperar los actos de bondad que necesitamos para recuperar la felicidad que anhela nuestra alma.

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