Gambino: Hay que recuperar el valor social y jurídico del matrimonio
La conferencia «La salud relacional en los vínculos familiares», organizada por la Red Internacional de Institutos Universitarios de la Familia (Rediuf) y patrocinada por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, se celebra el 24 y 25 de junio en Ciudad de México. Discurso de la subsecretaria vaticana: importante trabajar en la cultura del vínculo a nivel educativo.
Tiziana Campisi – Ciudad del Vaticano. Fuente: Vaticannews.va/es
Es necesario trabajar en red, «compartir experiencias, conocimientos, metodologías e investigaciones» para afrontar mejor los «desafíos que ponen en juego la subsistencia de la familia cristiana y los valores ligados a la transmisión de la vida humana», y para ello es necesario «crear un flujo de pensamiento cristiano tangible, compartible y sobre todo comunicable desde las universidades a quienes forman a los laicos en la pastoral familiar», para hacer llegar el pensamiento cristiano a las nuevas generaciones. Este ha sido el punto de partida de la ponencia que Gabriella Gambino, Subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, ha pronunciado hoy, 25 de junio, en el congreso sobre «La salud relacional en los vínculos familiares» que se celebra hoy y mañana en Ciudad de México, en la Universidad Anáhuac.
Formar a los laicos para cuidar las relaciones de pareja
El evento está patrocinado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y organizado por la Red Internacional de Institutos Universitarios de la Familia (Rediuf), entidad creada tras el Encuentro Mundial de las Familias de Dublín 2018 a la que se han adherido más de 70 institutos universitarios y centros de familia de todo el mundo. Destacando que el Pacto Mundial por la Familia -el programa compartido de acciones para la promoción de la familia a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia lanzado por el Papa Francisco el año pasado- llamó la atención de la comunidad académica católica mundial y de las conferencias episcopales sobre la necesidad de «desarrollar una cultura de reconocimiento y cuidado de las relaciones», ofrecer asistencia y apoyo en situaciones de crisis, garantizar y reforzar la formación y preparación al matrimonio, educar en la afectividad y la sexualidad desde la antropología cristiana, y defender los valores del matrimonio. Gambino afirmó que hay que esforzarse por formar a los laicos en un compromiso público y político para devolver importancia y prioridad a la familia en todos los ámbitos en los que pueda generar el bien común.
Recuperar el valor de la familia
Es necesario «recuperar el valor social y jurídico del matrimonio; reconocer y apoyar la apertura de las familias a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural; dar valor social, político y jurídico a los vínculos familiares», señaló la subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, que indicó «tres tipos distintos de compromiso, a desarrollar de forma integrada la revisión de programas de formación académica, cursos y propuestas de investigación; la apertura a intercambios y puesta en común de experiencias académicas; y la confrontación sistemática con los responsables de la pastoral familiar en las diócesis y conferencias episcopales. Intercambiar información, contactos y proyectos: éste es el punto crucial, para ayudar a los obispos a «poner medios para formar y acompañar a las familias a ser ‘iglesias domésticas’, sujetos conscientes en el espacio social y eclesial».
El profesor Gambino explicó que hoy la secularización «y el nihilismo de nuestra cultura que, en la vida práctica, se traduce en vivir como si Dios no existiera, separando dramáticamente nuestra realidad familiar y cotidiana de la trascendencia, están provocando serias dificultades en la evangelización y en la transmisión de la fe de una generación a otra, especialmente en el seno de las familias». Los jóvenes no se casan, no viven la vida eclesial, continuó la experta, «viven relaciones afectivas y sexuales inestables, transitorias y experimentales», y debido a las precarias condiciones económicas y sociales en las que se encuentran, «anteponen el trabajo y la vida profesional a la planificación familiar y al nacimiento de los hijos».
Vivir un estilo de vida cristiano
El problema es que «las familias no tienen las herramientas para aprender a vivir un estilo de vida cristiano en su interior, para tener esas relaciones entre ellas que ayuden a crecer a cada uno dentro de procesos educativos virtuosos», aclaró la subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, proponiendo que las universidades y los ambientes pastorales y formativos trabajen juntos, cuestionando lo que hoy queda de los vínculos familiares, y también «abandonando estructuras obsoletas, modos de evangelización ineficaces, viejos programas formativos que no dan respuestas» a los jóvenes y «ya no favorecen la transmisión de la fe». Si las familias tienden a adoptar formas complejas, con «vínculos de hecho y de derecho que nacen y que se disuelven muy fácilmente», sin embargo «entre estos vínculos familiares, aunque débiles, toman forma algunas relaciones antropológicas fundamentales que surgen de los roles inscritos en los cuerpos sexuados», a saber, la maternidad y la paternidad, la fraternidad, la filiación, los vínculos intergeneracionales. «Cuanto más estables y equilibradas son estas relaciones, más capaces son de generar adultos sólidos, maduros, valientes a la hora de afrontar la vida, conscientes del objetivo y de los valores que deben guiarles», añade Gambino, señalando que numerosos estudios «demuestran que la mayoría de los individuos en riesgo de desviación proceden de situaciones familiares de escasa vinculación».
Trabajar en una cultura del vínculo
Por eso es importante «trabajar en una cultura del vínculo en el plano educativo», mientras que «en el plano normativo del derecho de familia, sería urgente valorizar estos vínculos, en lugar de hacerlos cada vez más frágiles e incapaces de proteger a los sujetos implicados». Por ello, es necesario centrarse en el concepto de salud relacional, que debe aplicarse «a la familia como sujeto sistémico y lugar de humanización de las personas», siendo conscientes «de que la familia, como todo sistema de relaciones humanas, es un sistema imperfecto, en evolución, nunca igual a sí mismo, ya que expresa las diferentes etapas de crecimiento y de vida de sus miembros», Tanto es así que en la exhortación apostólica Amoris laetitia, recordó la profesora de la Pontificia Universidad Lateranense, el Papa Francisco elabora una psicología y una teología del amor familiar consciente de que en realidad «no existen familias perfectas» y de que «toda familia requiere siempre un desarrollo gradual de su capacidad de amar».
La tarea de las comunidades eclesiales
Echando un vistazo a la realidad contemporánea, la profesora Gambino observó que «abandonar la relación conyugal en los primeros años de matrimonio, pero también después de 25 o 30 años» se ve «cada vez más a menudo como la solución adecuada para huir de las dificultades y las crisis y librarse de una carga», de modo que las dificultades se confunden a menudo «con un signo definitivo de disfunción, de error de la persona, y se cuestionan las opciones fundamentales». Frente a todo esto, la responsabilidad de la comunidad eclesial es acompañar a los adultos, a los padres, y preparar a los jóvenes para el futuro, para relaciones estables, concluyó el subsecretario del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, por lo que es necesario «desarrollar nuevos conocimientos y competencias que puedan ayudar a la pastoral familiar en el acompañamiento y discernimiento de las familias», hace falta «una recomprensión de los roles familiares, de las funciones educativas y de los espacios relacionales», hace falta «desarrollar habilidades comunicativas para hacer más competente a toda la unidad familiar» y, por último, «hacer adultos generativos para ayudar a los niños a atravesar esas crisis naturales de crecimiento, que necesitan para humanizarse».
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