MANUEL PABLO MAZA MIQUEL, S.J. Fuente: Listindiario.com
Los especialistas consideran como el testamento espiritual de Arrupe, tres conferencias “El modo nuestro de proceder”, en enero de 1979; “La inspiración trinitaria del carisma ignaciano”, el 8 de febrero de 1980; y “Arraigados y cimentados en la caridad”, el 6 de febrero de 1981.
En la primera de ellas, Arrupe coloca el verdadero fundamento del modo de proceder jesuita en “la relación personal con el Señor”.
El reto para la Compañía hoy en día es cómo traducir en el mundo de hoy “nuestro modo de proceder”.
Hombre realista y sincero, Arrupe era consciente de que se daban en la Compañía de Jesús “actitudes concretas” y “modelos de comportamiento” que no correspondían a la verdadera identidad del jesuita.
Con fina ironía Arrupe presenta primero al “jesuita contestatario de profesión, que hace esto por oficio, no tiene la menor gana de cambiar, ni de asumir responsabilidades”. Le sigue, “el jesuita profesionalizado, que se ha dejado absorber, de un modo excesivo, por los ritos y por los aspectos seculares de su ministerio, y transforma la vocación en profesión”. En tercer lugar, describe al “irresponsable, que no tiene ningún conocimiento de nociones como orden, puntualidad, valor del dinero, moderación en las distracciones. Lleva un modo desenvuelto y ligero de vivir, no exento de peligros” En cuarto lugar, el “activista político, fascinado por la llamada de la militancia, incapaz de discernir de un modo correcto entre el compromiso político y el apostolado social.” Sin embargo, Arrupe le enfila los cañones en al quinto tipo, el “jesuita tendenciosamente tradicional”. Alguien “ que exalta, y de ello hace bandera, los símbolos o realidades exteriores de épocas precedentes (…) mezcla de amargura y añoranzas (…). Es cierto que no tendrá cuenta en el banco, pero posiblemente recibe las atenciones de unas familias obsequiosas. Sufre por el vacío de nuestras iglesias, o por la disminución de sus dirigidos, sin preguntarse si no deberá en parte a su cerrazón espiritual”.
La identidad del jesuita se basa en el “amor a la persona de Jesús”, se manifiesta en “disponibilidad, sentido de la gratuidad, universalidad, sentido de cuerpo, sensibilidad para lo humano, rigor y calidad, amor a la Iglesia, sentido de pertenecer a una «mínima compañía», sentido de discernimiento, delicadeza en lo concerniente a la castidad.
¿De dónde provenía la originalidad carismática de Pedro Arrupe?
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