P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com
Existen tres preguntas fundamentales que todo ser humano en algún momento de su vida tiene que hacerse: ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy?, ¿qué sentido tiene mi vida? Porque es precisamente a partir de las repuestas que podamos ofrecer en torno a estas cuestionantes,que tendremos claridad o confusión para comprender realmente si tenemos definidas las razones esenciales de nuestro objetivo en este mundo. Es decir, para tener éxito, triunfo o simplemente para lograr que nuestras pisadas cotidianas tengan un sentido y una razón de ser, nunca está de más definir metas, proyectos y planes, para garantizar que no todo fue en vano.
Sabemos que en el mundo que habitamos, hay cosas que dependen de nosotros y otras no, que cada ser humano se mueve entre posibilidades y probabilidades, preparación y circunstancia. Por eso, cuando sabemos distinguir entre prioridades y caprichos, tomamos partido, no vivimos con ingenuidad, sino que lentamente vamos comprendiendo que la misma existencia nos va llenando de sabiduría y experiencia. En otras palabras, se aprende a vivir con los pies en la tierra, a no dejarle nada al azar, a caer en la cuenta que solo se obtiene lo que se alcanza con sacrificio y esfuerzo.
Que no se nos olvide que nada cae del cielo, sino que se cosecha lo que se siembra. De aquí, que quien anda sin dirección, caminará a la deriva, pues creer que no es necesario la preparación y la organización para obtener lo que deseamos, es el error más grande que puede cometer un ser humano. Además, cuando actuamos de esa manera, estamos defraudando a nuestro Creador, ya que Dios nos hizo seres pensantes, calculadores y con la capacidad de planificar nuestros sueños y aspiraciones.
La experiencia humana nos va enseñando a practicar la prudencia, la paciencia y la determinación para reconocer que, aunque no todo depende de nosotros, las decisiones esenciales en nuestra vida siempre van a recaer sobre nuestros hombros, pues como lo dice el refrán: “El que tiene sed, que busque el agua”. De igual manera dice el otro, “Ayúdate que yo te ayudaré”. Significa entonces, que no podemos esperar que el sol salga para comenzar a caminar, a trotar, a lograr lo que queremos. Todo lo contrario, “A Dios rogando y con el mazo dando”, porque esto no es un cuento, tampoco una fábula, sino que es la pura realidad en que nos encontramos todos, nada se logra sin un itinerario.
En definitiva, no podemos ser ingenuos y jugar con nuestra felicidad, porque si le dejamos nuestro futuro al destino, a la suerte o al tiempo, quiere decir que pensamos como adolescentes, que esperan que todo salga bien sin mover un dedo, porque cuentan con el apoyo de sus padres. Por tanto, debemos definir nuestros horizontes, dar pasos firmes y claros en nuestras decisiones, y hacer como dice un amigo: “dar palos seguros”. Es decir, no andar por el aire, sino dando pasos en la tierra, jamás en arenas movedizas.
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